La carrera por la vida es la que tienen que hacer
miles de espermatozoides para llegar al óvulo, solo puede haber un ganador. La
carrera en las pistas en el día a día es muy parecida: es en la que compiten miles de
transportistas diariamente en las avenidas limeñas por el pasajero, quien más parece un ovulo apetitoso para engendrar un poco de dinero. En esta difícil competición también solo uno puede resultar ganador.
Más de una vez me ha tocado (y seguramente a quien está leyendo esto también) subir en buses,
cousters o combis cuyos choferes creen que conducen Ferraris. Toque donde toque, la historia es la misma: asientos incómodos, gente apretada, ventanas cerradas, sudor, olores y ambulantes. Y, por si fuera poco, hay que vivir alrededor de dos horas diarias de lunes a viernes preguntándonos si llegaremos vivos al paradero de casa y pensando “ahorita chocamos” cada vez que teníamos otro bus a 10cm al lado. Como para no desear tener nuestro carro propio.
¿Por qué los choferes conducen como desesperados?
Pues porque esa es la ley de la selva (de cemento). Hay muchas rutas y pocas
avenidas. Los choferes y cobradores están mal pagados porque no tienen una
empresa que les pague un sueldo fijo (son empresas "cascarón"). Trabajan casi a comisión: cada pasajero cuenta. Sin embargo, el nivel de competencia es tan alto que
se ha roto uno de las leyes sagradas del capitalismo: la competencia beneficia
al cliente. Aquí es al revés: la competencia en las pistas hace daño al cliente.
Las pistas no aguantan más. Los choferes, aunque
digan lo contrario, tampoco. Los “correteos” o “carreritas” entre los buses se
han vuelto más feroces que cualquier competencia de los reality shows. Esto es
una carrera por la subsistencia. Es la carrera de los Buses con mente de
esperma a la caza del pasajerOvulo.
S.B.
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