¿Puede alguien confiar en una nueva pareja luego de que
las dos últimos te pusieron descaradamente los cuernos? Es una pregunta difícil
de responder. Sin embargo, aunque no tengo la respuesta, estoy seguro que algún
día la tendré porque eso es lo que me pasó: el muchacho quien pensé sería la
última persona en serme infiel lo hizo.
Yo empecé este blog para hablar sobre el quehacer
del limeño, de las trampas que hace, de lo que hace para sortear el irregular
camino de sus vidas sin respetar la ley. Solo ahí me di cuenta que yo había sido víctima de esa viveza criolla: me habían sacaron la vuelta.
La pareja es como la ley: se tiene que respetar.
Pero algunas personas, por más que tengan cara de inocentes, no saben qué es el
compromiso, el respeto, el amor. Por más que todas las noches me acostaba sin
él, siempre me decía “él está pensando en mí”. Esa sólida confianza se
resquebrajó como un insignificante jarrón que cae al suelo en el momento en que
me confesó su error.
Aunque lo evité, lloré. He evitado verme con mis
amigos ya amigas. Un homosexual sufrido es mucho cliché para mi gusto. Pero eso
no quiere decir que al acostarme no me diga, muy bajito, casi como un susurro, “ya
no tengo a nadie a quién decirle Buenas Noches”. A la mierda, me voy a buscar
las esferas del dragón.
S.B.